martes, 25 de mayo de 2010

DIA 22, CUARTA SEMANA // Un viejo de cien años

¨ Mientras filmaba mi segunda película, una ex alumna me mandó un mensaje de texto pidiéndome que fuera hasta su casa y la abrazara ¨ ¿Quién era el viejo ese que me hablaba desde la otra camilla? ¨ Igual no me haga caso: lo que voy a contarle es todo mentira. ¨ Concluyó.
El viejo me lo decía desde la segunda camilla de la sala de emergencias del sanatorio, y enseguida lo reconocí: hacía treinta años, unos pocos segundos antes de morirse en mis manos ese viejo se había confesado con las mismas palabras. Por entonces yo tenía poco menos de cuarenta y era un cirujano pujante de doble turno en el Hospital Italiano; el paciente, el mismo viejo pero con setenta años, me esperaba ansioso y transpirado en la mesa del quirófano. Íbamos a extirparle un riñón; empezamos a prepararlo y cuando estábamos a punto de anestesiarlo me pidió que me acercara con un movimiento casi imperceptible de sus ojos. Le indiqué al anestesista que esperara, y acerqué mi oído hasta el aliento del viejo para escuchar lo que me decía:
¨ Lo que voy a contarle es todo mentira. ¨ Había dicho también entonces, hacía treinta años, y todo terminó para él.
Ahora yo tenía casi setenta, él era un marchito anciano de cien años y me hablaba en la sala de emergencias a la cual ese mismo día me habían trasladado con una apendicitis severa. El viejo permanecía acostado de lado hacia mí y me contemplaba con cierta ironía. Lo único que pude pensar en ese momento fue que yo mismo estaba muerto o a punto de morir. Por otra parte me pareció muy extraño que los muertos siguieran envejeciendo después de partir. Se lo pregunté entre palabras confusas que ya no recuerdo.
¨ Por supuesto que se sigue envejeciendo. ¨ Me respondió ¨ ¿O acaso yo no envejecí? Igual ya le dije que todo lo que voy a contarle es mentira.
Vino a mi memoria un detalle relevante: este paciente, de quién sólo me habían contado que era o había sido director de cine, entre otras profesiones, había sido el único que había muerto en mis manos en mis treinta y cinco años de carrera. Le pregunté si yo mismo iba a morir en este día o si ya estaba muerto, por si acaso. Me respondió que no, y en mi afán por seguir vivo le creí ciegamente.
¨ No sé por dónde empezar ¨ dijo el viejo de cien años, con una mirada inteligente, resentida y amarillenta; mirada de anciano o de niño apaleado. Para el caso era lo mismo, y empezó su relato :
¨ Un sábado de otoño una ex alumna me mandó un mensaje de texto para que fuera a su casa y la abrazara. Lo que más recuerdo de esa época es que los diarios mentían todo el tiempo, la gente se creía todas las mentiras y la ropa que se vendía era toda para jóvenes, entonces los que teníamos más de cincuenta siempre quedábamos un poco desubicados, quedábamos como viejos que queríamos pasar por jóvenes. Yo nunca fui un hombre elegante, tenía la espalda angosta y me costaba demasiado esfuerzo mantenerme erguido, bien podría decirle que era un hombre más encorvado de lo que hubiera querido. Así y todo las mujeres no me eran del todo esquivas y mi propia esposa sí era una mujer muy elegante, por suerte mis hijos habían salido a ella. Me gustaba regalarle vestidos porque todos le quedaban bien. Yo me jactaba de saber elegirle ropa pero la verdad era que a ella todo le quedaba bien. Así y todo me costaba amarla, su mayor defecto era su mayor virtud: carecía de ciertos atributos femeninos, como la sonrisa seductora o la actitud falaz interpuesta en el momento justo. Por eso me costaba amarla hasta las últimas consecuencias, pero reconozco que fui injusto.
Una ex alumna de cine, porque yo dictaba clases de guión cinematográfico en una Universidad. En esos días yo estaba filmando mi segunda película y llevaba un diario de filmación que muchos lectores seguían por Internet, a decir verdad, lo de ¨ muchos lectores ¨ era un invento mío para darme ánimos. ¿ Quién es tan sincero como para reconocer que escribe y escribe para que nadie lo lea ? Yo al menos no lo soy. La ex alumna que viene a cuento, una de las escasas lectoras, se había conmovido con mis relatos o según ella misma me dijo ¨ con mi inteligencia y mi profunda pena y por mis constantes pedidos de afecto ¨ , o algo por el estilo. Un sábado a la tarde me llamó para que fuera a darle un abrazo. Dejó bien en claro que no se trataba de sexo, pero necesitaba abrazarme. La verdad es que yo no tenía ganas de ir, pero fui. Quién sabe porqué una ex alumna, casi una niña además, le mandaría a uno un mensaje de texto para pedirle un abrazo; eso me resultó difícil de desentrañar tanto de vivo como de muerto. Porque no es que acá usted se entera de muchas más cuestiones de las que se enteró en vida, se lo aclaro porque no son pocos los que esperan respuestas, pero no las hay, ni acá ni en ninguna parte, según veo.
Estaba filmando mi segunda película, le estoy hablando de cuando tenia cincuenta y cuatro, hace cuarenta y seis años, aunque todavía lo recuerdo como si fuera hoy. No crea que fue la experiencia más importante de mi vida, ni mucho menos, pero el día que usted me despachó en la camilla del quirófano, no sé porqué, tuve la urgencia de contarle sensaciones y vivencias relacionadas con esa película y con mi vida, y ahora acá estoy, no me pregunte cómo ni porqué, pero usted viene a parar a esta sala de emergencia y yo caigo en la camilla junto a la suya, muerto hace treinta años, como si el transcurrir del tiempo no existiera.
La espantosa idea del viejo de cien años sobre haberlo ¨ despachado en la camilla ¨ tanto me ofendió como me puso en alerta sobre sus verdaderos intereses. No tenía fuerzas para expresárselo, pero dejé de mirarlo, cerré los ojos y apunté mi nariz hacia el cielorraso.
¨ ¿Se cree responsable de mi muerte? ¨ Se rió con toda la energía con que puede reírse el recuerdo de un viejo de cien años . ¨ No sea omnipotente. Yo supe del momento de mi muerte veintidós años antes que se produjera. Cuando tenía cuarenta y ocho se me presentó mi mejor amigo, que había fallecido en un trágico accidente de ruta, y me lo expresó con toda claridad:
¨ Dentro de veintidós años te toca venir a vos ¨ .
¨ Le aclaro que yo siempre tuve una comunicación fluida con los que estaban de este lado. Supe días antes de la partida de mi padre, que ni siquiera estaba enfermo; de mi primera mujer apenas un día antes y conocí a mi abuela verdadera porque se presentó ante mi desde este lado del mundo. Una vez fui una mujer negra dando a luz en plena epifanía y albergué varios espíritus en mi cuerpo. A veces me pasaba en medio de una conversación que mi interlocutor pasaba de joven a viejo y de viejo a niño sin ninguna transición y sin que yo supiera qué ocurría, cuando lo que ocurría es esto, que somos un solo mundo en tiempos y en espacios, cuando en vida todo se mide con unidades diferentes. Nada de lo creemos es como creemos, y ni siquiera aquí están las respuestas; como ya le dije ¨
Yo seguía con los ojos cerrados, la verdad es que no tenía ganas ni siquiera de oírlo; me parecía un fantasma tedioso, quejoso, un fantasma de mala muerte que no tenía nada interesante para contar. Que había filmado una película, que una ex alumna lo había llamado para que la abrazara, que su esposa era una mujer elegante pero no terminaba de amarla todo lo que merecía. ¿A quién mierda podía interesarle nada de eso? Lamentablemente, a pesar de mi estado, mi dolor físico, mi malestar y mi aburrimiento, tenia que seguir oyéndolo, como quien oye el repiqueteo de la lluvia sobre un techo de cartón.
¨ Realizar una película para un productor independiente era un hecho fantástico, un soñador empedernido y un equipo de gente obsesiva persiguiendo detalles para recrear un mundo que en el fondo no le importaría a nadie, porque todas mis películas fueron un fracaso, al igual que lo fueron todos mis libros, aunque tuvieran críticas excelentes. Pero ¿sabe qué? Mi verdadero éxito había sido con mis empresas, muy a mi pesar el único talento que tuve en vida fue comunicarme con los que estaban de este lado y hacer dinero. Yo siempre renegué del dinero porque me parecía que había ido al mundo con una misión más digna. Dígame si no es para morir de risa, aunque ya esté muerto . ¨
Se largó a reír, no sé durante cuánto tiempo se rió con esa risa desagradable de viejo de cien años, pero a mí me parecieron otros cien años. Imaginen esa boca con unos pocos dientes amarillos y una saliva blanca y pastosa como plasticota. Habiendo tantos fantasmas dignos a mi tenía que visitarme este fantasma de porquería.
¨ Muy a la largo plazo uno descubre que tiene que hacer alguna clase de aprendizaje y que todo lo que hace o cree que hace va en el sentido exactamente opuesto. Desde que estoy acá, y de esto hace treinta años, no me crucé con nadie y lo que más he visto es oscuridad, pero imagino que los momentos ingratos de mi vida fueron para tener alguna clase de aprendizaje que todavía no sé cual es, porque aquí nadie se lo dice. ¨
Abrí los ojos, giré la cabeza hacia él y le pregunté con un poco de saña hasta cuándo tendría que soportarlo.
¨ La verdad es que no lo sé. Aparecí en esta camilla junto a usted como podría haber aparecido en cualquier otro lado, pero lo cierto es que no puedo dejar de hablar. Algo me fuerza a contarle que filmaba mi segunda película y una ex alumna me había llamado pidiéndome que fuera a abrazarla, y fui. Vivía en un departamento alquilado de tres ambientes en Paternal, era una mujer pequeña pero atractiva, ni bien entré nos dimos un abrazo y me confesó que acababa de abandonarla una novia y eso la había motivado para llamarme y pedirme un abrazo. Se sentía sola sin el consuelo de esa mujer y yo le había parecido el mejor reemplazo. Si intenté tener sexo con ella fueron intentos desganados que, sabía de antemano, no llevarían a nada. El sexo después de los cincuenta es toda una tarea, lo único que cuenta es la búsqueda del verdadero amor. ¨
Con aquello del verdadero amor sus ojos se iluminaron, no era el brillo de una mirada de viejo moribundo, era el destello de un faro a pocos centímetros de distancia. Le pregunté si al final lo había encontrado.
¨ ¿Qué cosa? ¨ Me preguntó, y el brillo en su mirada se atenuó por un instante.
El verdadero amor.
¨ Acabo de decirle que todo es oscuridad y tampoco aquí están las respuestas. Conocí la búsqueda del amor, que es el bien más preciado para todo hombre. Busqué enamorarme de mis libros y de mis películas, busqué enamorarme de mis empresas, de mis proyectos, busqué enamorarme de todas las mujeres que quisieron estar conmigo pero sobre todo busqué enamorarme de aquellas que no, que nunca quisieron y que ni remotamente podría imaginarse que querrían. Pero al mismo tiempo viví enamorado de mis hijos hasta mi última gota de vida y viví enamorado de mis fracasos porque la verdadera energía que me movía era tratar una y otra vez de revertirlos. No debe haber mayor castigo para un hombre que sentirse exitoso, porque creerse exitoso vacía a un hombre de toda dignidad. ¨
El viejo de cien años se quedó callado. Le pregunté que pasaba.
¨ Disculpe, por favor disculpe, me puse discursivo. Soy un imbécil, un muerto imbécil. No puede haber peor cosa. ¨
Sentí pena por él, un poco para revertir su ánimo le pregunté qué había ocurrido finalmente con su ex alumna, la que le había pedido el abrazo.
¨ Simplemente nos abrazamos. Ella necesitaba eso y es probable que yo también lo necesitara. Fue una sensación placentera y a la vez desagradable, tal como son todos los encuentros entre mujeres y hombres que no se aman. ¨
Y no dijo más. Mientras mis dolores iban cediendo a fuerza de calmantes la imagen del viejo de cien años fue desvaneciéndose ante mis ojos.
¨ ¿Preparado doctor? ¨ Me preguntó uno de los camilleros que me trasladarían hasta el quirófano. Le respondí que sí, y ahí terminó todo.

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