jueves, 10 de junio de 2010

DIARIO DE UN ESTRENO /// DIA 3 /// LA PROBLEMÁTICA DE LOS ACTORES



Andrei Tarkovski llegó a plantear en pleno rodaje de una escena que un actor y un elemento de utilería estaban al mismo nivel; según afirmaba, el director debía tener igual potestad sobre unos y otros, y así como un objeto no opinaba, tampoco el actor debía hacerlo. Una posición de lo más extrema, permisible sólo a un genio como AT.
Como bien decía mi abuela Carla, ¨ Todos los extremos son malos ¨ . Un actor marioneta puede ser tan negativo como el actor que no se entrega y permanentemente quiere cambiar las cosas o pretende desarrollar situaciones alejadas de la intención primaria del director. Como siempre repetimos con el Negro, y estas son conversaciones prácticas que surgen durante el montaje, cuando uno se encuentra con lo bueno y lo malo que filmó, el director es el único que tiene en su cabeza el armado total de la película y ese armado total incluye, por añadidura, a todos los momentos parciales. Puede pasar que un actor no encuentre verosímil una acción o una forma de reaccionar ante un hecho determinado, pero antes de modificarlo por su cuenta debe tomar conocimiento si los cambios que lleva a cabo no perjudican el verosímil total de la historia que se cuenta. Si el actor sí o sí desea cambiar algo, primeramente debe ver si el director tiene opciones de verosimilitud que se adapten a los cambios propuestos sin que sea necesario contar otra historia. Muchas veces los problemas más grandes se encuentran en los papeles más chicos, porque todo actor quisiera tener, por lógica, más protagonismo en la historia. Podría pasar entonces que un personaje secundario se declare en rebeldía y quiera tomar espacios que en el momento de escribir el guión no le pertenecían. En estos casos, hay actores respetuosos, que preguntan si se puede hacer esto o aquello, y hay actores que no preguntan, y se mandan, y cuando uno va a retoma debe negociar hasta el cansancio para que sea el personaje que el director soñó que fuera. A veces puede ocurrir al revés, como fue el caso de DARIO LEVY y su personaje de PEDRO en FAMILIA PARA ARMAR. Darío construyó tan rápidamente el personaje soñado por mi, que no hubo inconvenientes en agregarle letra y participación, porque el actor enriquecía al personaje. Pero no siempre es así. Lo que ya había aprendido en mi primera película lo reforcé en esta, y es que el retraso excesivo por retomas en una escena perjudica el trabajo del resto del día y baja la calidad de las otras escenas de la jornada, sea porque no puede prolongarse el retraso o porque uno ha perdido la paciencia, o simplemente porque decide hacer menos planos para sacar trabajo de encima.
Hay actores que no reconocen con facilidad la enorme diferencia que hay entre el cine y el teatro; en teatro hay que gesticular, modular y a veces gritar para que el público de la última fila sepa de qué va la cosa. En cambio en cine hay una pantalla de 12 metros por 6 metros en la cual el rostro aparece aumentado ¿cuántas veces? Cada pequeño gesto, cada movimiento se amplía hasta el infinito, es por eso que los actores de cine no hacen nada, o hacen muy poco, un gesto demás en la pantalla explota como una bomba molotov y lo destruye todo.
En FAMILIA PARA ARMAR tuvimos diferentes rangos de actores, pero hay al menos seis de desempeño perfecto: Norma, Oscar, Malena, Valeria, Darío Levy y Jorge Suárez. Con eso tenemos un 90% de la película resuelto. Otros actores quedaron o quedarán correctos con el trabajo de edición o con el reparto de planos, mientras que Ximena Rijel demuestra toda su capacidad actoral en una escena íntima a media luz, muy apretada y algo dramática y con eso hace creíble al personaje de Nina en toda su performance. El caso de Paula Kohan es casi límite, de la facilidad absoluta generando un personaje perfecto a la dificultad extrema al punto de creer que no podíamos lograrlo, aunque finalmente lo logramos y quedará más que muy bien en la película. También es un caso extremo porque da extraordinariamente bien en cámara y eso es una ayuda invaluable. Para mí como director fue todo un aprendizaje, porque a veces uno cree que transmite pero no lo hace, y entonces aparece el boqueo mutuo. El actor se paraliza y el director no sabe por dónde buscar. Lo importante para mi es tener en cuenta que la responsabilidad máxima siempre es de quien dirige, y si hay alguna culpa también es del director. Durante el rodaje hay que ser muy exigente con el nivel de las actuaciones, no te queda otra, si uno se pone obsesivo y exige es porque en edición quiere tener material de buena factura. Y si uno se pone exigente en rodaje, donde algunas momentos se ven peor de lo que son, en edición todo se puede mejorar. Lo que jamás hago ni haré como director es dar por buena una escena que no lo es, ni una toma, ni un plano siquiera. En EL INFINITO SIN ESTRELLAS pretendí hacer lo mismo pero las variables eran diferentes, lo primero de todo es que equivoqué el tono, excesivamente dramático, casi trágico, y a partir de ahí, con una película filmada con corrección, no alcanzó. Pero así y todo Valeria Lorca y Gonzalo Cristando tuvieron desempeños actorales perfectos, y así lo supo valorar la crítica. Yo sé que a muchos de mis amigos no les gustó del todo EL INFINITO SIN ESTRELLAS, o directamente les disgustó, algunos fueron muy duros conmigo y otros aún hoy se hacen los boludos y evitan el tema. La verdad es que a mi no me importa, porque hacer una película no tiene ninguna importancia para el universo en general, lo único que importa es el aprendizaje y se aprende mucho más de los errores que de los aciertos. Y es por eso mismo que yo estoy profundamente agradecido con TODOS LOS ACTORES DE FAMILIA PARA ARMAR, porque me entregaron lo mejor de sí en cada momento, y eso es lo único que importa. Como el tono de esta película está perfecto y también casi todas las actuaciones , lo único que me queda por ver es si la estructura narrativa general, que se termina de definir con el montaje, funciona o no, pero esto recién lo vamos a saber entre el 15 y 20 de julio. Ayer, por ejemplo, estuve viendo ya editada una escena larguísima entre Ferrigno y Malena, y estaba impecable. Son casi cinco minutos en una habitación cerrada, con muchos movimientos, en rodaje tiramos una cantidad enorme de planos mientras iba imaginando el montaje en mi cabeza, y finalmente todo cuajó a la perfección: actuaciones, cámara y cortes. Ritmo, tono, todo quedó perfecto. Podría decir que no hay diferencia ninguna entre la mejor escena posible que imaginé en el momento de escribir, y la que acabo de ver ya editada.

Sólo en momentos límites un director debe aplicar la norma de Tarkovski, no estoy del todo de acuerdo con su filosofía porque el trabajo a fondo con los actores enriquece el relato, el Ernesto que surgió en rodaje es, para mí, en muchos momentos, superior al mejor Ernesto que yo había imaginado en el momento de escribir , de haber intentado manejar a los actores como si fueran utilería, esto no se hubiera producido, pero además, a esta altura del partido seguramente estaríamos peleados, porque no se me ocurre qué actor pude dejarse manejar como si fuera un objeto.
En fin, hoy querido lector no tengo deseos de contar nada demasiado personal. Pero lo que sí debo decir a algunos amigos que me escriben es que yo no estoy triste ni nada por el estilo; simplemente salto de la exaltación al bajón porque vivo en la montaña rusa, pero eso me divierte. Me enamoro o juego a que me enamoro porque si no la vida resulta demasiado aburrida. ¿Ustedes que hacen para divertirse? Yo miento, miento de todas las maneras posibles porque la verdad absoluta es un espanto. Casi todos nos mentimos un poco y algunos nos mienten demasiado. ¿Qué importa? La verdad siempre llega, tarde o temprano. Por lo demás, ya estoy por empezar a escribir un nuevo guión, por si eso les interesa. En fin, prometo que los próximos días serán un poco más divertidos que este, pero hoy no pude pedirme más. Esto es lo máximo que dí, y chau .

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