viernes, 18 de junio de 2010

DIAS 10 Y 11 /// SETENTA MINUTOS EDITADOS MIENTRAS MUERE SARAMAGO Y ALEMANIA PIERDE CON SERBIA





Desde la ventana de mi bunker puedo ver el ginkgo biloba del parque de mi vecino. Es un árbol gigantesco con millones de hojas amarillas a la espera del primer viento invernal; cuando llegue la primera tormenta de aire helado se desprenderán en un solo movimiento conjunto y organizado y cubrirán los dos jardines (el de mi vecino y el mío) con una gruesa y viva alfombra de un amarillo reverberante a la luz del sol de los sábados. No sé si viste que los sábados el sol brilla con más intensidad, esto es así porque hay más gente con tiempo para disfrutarlo, o hay gente con más tiempo, que es lo mismo.
Mi barrio no es un barrio de personajes interesantes, vivo en la mejor zona de Olivos y aquí las familias alemanas e inglesas son dura mayoría. Mi abuela Carla siempre contaba sobre el terror que le causaban los soldados alemanes durante la segunda guerra mundial; era tan pequeña durante la guerra que cuando hablaba de los soldados alemanes siempre mencionaba sus botas. Durante la ocupación nazi había tenido la misión de alimentar a sus dos hermanos socialistas ocultos en una cueva, el sólo recuerdo de aquellas caminatas con comida desde su casa en las afueras de Roma hasta la cueva donde se ocultaban sus hermanos casi la hacía orinarse encima. Ese era otro recuerdo poderoso: ante la mirada de los soldados alemanes solía orinarse. Cuánta sangre sajona hay en el mundo, han desperdigado sus imperios violentos una y otra vez hasta el mismísimo presente que se nos ofrece en forma de un liberalismo democrático que no tiene nada de liberal ni de democracia. Pero lo que más escasea es la igualdad. Los imperios latinos son tan lejanos en el tiempo que casi no cuentan; cuando mi hijo Iván me pregunta sobre cómo será el mundo dentro de mil años le digo que no podemos imaginarlo porque estamos hablando de otra era. Seguramente resultaría imposible desde la Europa medieval, quinientos años antes del descubrimiento de América, imaginar cómo sería el mundo en nuestros días. Debemos dejar en claro que los imperios latinos también eran violentos, como todo imperio, así también como lo fueron los imperios precolombinos en América. No lo digo por política sino porque es verdad.
Vivimos una época relativamente pacífica, casi adormecida; una época en la cual Adidas, Nike, Puma y otro puñado de marcas ejercen su dominio a través de los medios transmitiendo deportes que despiertan pasiones y a través de noticias inventadas que reinventan el mundo. Estoy hablando del mundo europeizado, este que nació con Aristóteles y llega hasta nuestros días para desarrollarse en su máxima plenitud en las piernas de los adorados jugadores de fútbol, piernas vestidas por Nike, Adidas o Puma. Piernas codiciadas por los millonarios y por cortesanas que a lado de los reyes pretenden elevarse al lugar de reinas. Visto así, vivimos una época de mierda ¿Quién no preferiría gallardos enfrentamientos a lanza y espada? esos que dejaban tendales de miles de muertos en los campos de batalla, miles de muertos que debían ser recogidos e incinerados durante las treguas para liberar los campos de batalla y dar rienda suelta a las nuevas matanzas. Digo que vivimos una época adormecida porque con tanta comunicación, negamos que la muerte violenta sigue reinando en el mundo, aunque con otras formas, otros códigos, los códigos que permiten que una zapatilla fabricada en Asia tenga costo cero de mano de obra, y toda la inversión se arroje en millones de Euros a la piernas de los deportistas, mientras los suburbios del planeta se llenan de hambre y de violencia.
Pero no me hagas caso, querido lector, porque me apasiona el fútbol. Ayer nomás les contaba a mis hijos que las tardes de los domingos me sentaba en el umbral de mi casa para escuchar en mi Spica portátil los partidos de Boca transmitidos por radio Mitre, en la voz de Bernardino Veiga. De paso, como están muy entusiasmados con el Animé, les conté también sobre series como SUPERCAR y EL CAPITAN MARTE, cuyos personajes eran marionetas manejadas por hilos que se veían en la pantalla. Se los comenté porque, lástima, fue un formato narrativo que no hizo historia. Soy un apasionado del fútbol pero debo reconocer que esta manía de analizarlo todo en profundidad, bien o mal, con acierto o sin él, es un filtro muy grande a la hora de gritar los goles. Recuerdo, por ejemplo, que cuando Velez le robó a River un campeonato en la final y yo no tenía más de catorce años, con la definición salí corriendo a la calle, a grito pelado, y me colgué a festejar en la cerca de un vecino. Así de feliz se vive con ignorancia; era porque había perdido River y no porque hubiera ganado Boca.
Aunque hoy no grité así, por dentro festejé la derrota de Alemania, no sólo porque si queda eliminada, Argentina mejora su chance, sino también porque los Alemanes son ricos y los Serbios son pobres, los alemanes son duros y fríos como lo son mis vecinos y los Serbios son duros pero cálidos, porque pertenecen a esa franja europea indefinida entre lo que era el muro de Berlín y el oeste de Moscú, son esa zona de ex repúblicas socialistas dejadas a la buena de Dios después de la Perestroika y la caída del muro. En fin, querido lector, una vez más me fui al carajo, o no tanto.
El problema más grave de los temperamentos fríos es arrancarles una emoción. Cuando uno trabaja en el armado final de una película trabaja desde la frialdad para producir algo en el espectador, una mínima sensación que justifique el hecho de haber realizado una película. Aquí volvemos al punto cero de la narración como forma de entretenimiento y de Poder; cómo se hace para ocupar el centro de la escena, ¿porqué el espectador va a seguir mirándonos? Todo esto me lo planteo y se lo planteo a mis alumnos en el momento de escribir el guión, pero se multiplica por mil o por millones en el momento de editar todo lo que se ha filmado. Nosotros llevamos editados setenta minutos de película que ayer vi por primera vez; creía que era mucho en poco tiempo pero después caí en la cuenta de que El Negro está montando la película desde hace cuatro semanas, eso me dio un poco de vértigo porque en pocos días más voy a saber, ya de manera definitiva, qué tengo entre manos. No habrá música ni pos de sonido ni nada que salve lo que tengamos entre manos dentro de un par de semanas. Pero, querido lector, debo confesarte que lo que vi me gustó, escena por escena. En las historias que son las subtramas de nuestra película vi personajes sólidos: Aguirre, Gisela, Nina, Andrés: Ernesto Imas, Paula Kohan, Ximena Rijel, Julián Infantino conforman el grupo de actores que tiene que pelear con la peor parte ¿porqué? Porque el actor viene pocas veces al set y debe construir un personaje y sus vínculos con muy pocos elementos; se siente extraño en un ambiente donde técnicos y protagonistas están instalados como en su casa; tienen que interactuar y crear vínculos donde no hay vínculo ninguno, deben dar continuidad dramática a su personaje interpretándolo una o dos veces por semana, de a segundos. Poniendo un ojo excesivamente atento a las escenas en las que se viven y se cuentan estas subtramas, que pueden ser un contrapeso peligroso en la narración, descubro el trabajo acertado de los actores que las llevan adelante los senderos sinuosos de las historias secundarias. Ahí, la película se hace absolutamente creíble, escena por escena, aunque ahora viene la parte más difícil: producir la emoción.
Una vez en mis manos casi todo el material editado, una vez que comprobamos que todos los actores de nuestra película están muy bien y la cámara estuvo bien puesta, viene el armado fino; en ese armado ya todos los demás participantes cumplieron su parte del trabajo; ahora: ¿Dónde debo acelerar?¿Dónde va la pausa? Quedamos El Negro y yo en el armado final ya no de la película, sino del ALMA de la historia que queremos contar; somos el cazador en la cueva transformado en narrador, para quedarse con la atención de su auditorio.
Yo no sé querido lector si tuviste la oportunidad de leer a José Saramago, si no lo hiciste, si no leíste al menos LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE y ENSAYO SOBRE LA CEGUERA te recomiendo que lo hagas ya mismo, porque si el fin del mundo está demasiado cerca no deberías partir hacia otros lados sin leer esos libros. Si bien Coetzee, para mí, es el único escritor que en los últimos años alcanzó una dimensión tan universal como la de Kafka, Saramago es un Maestro en el arte de la estructura, porque hace que sus ideas, increíblemente originales, produzcan emoción (risa, intriga, tristeza, desasosiego) gracias a la construcción perfecta entre sonidos y silencios.
Para terminar, querido lector, hoy es un día feliz y un día triste: perdió Alemania. Vamos teniendo una buena película. Murió José Saramago.

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